Esta maniobra de Japón, dicho en pocas palabras, es sacar las criptomonedas de la “zona gris” y ponerlas bajo el sol, dándoles el mismo trato que a las acciones y bonos. Para el mercado en general, esto es como una inyección de confianza.

Empecemos por lo más concreto: los impuestos. Antes, si ganabas dinero con criptomonedas en Japón, el gobierno podía quedarse con más de la mitad de tus beneficios (hasta un 55%), ¿quién aguanta eso? Ahora lo quieren cambiar a un tipo impositivo único del 20%, lo que supone un gran ahorro. Con la cartera más llena, naturalmente, más gente querrá entrar en el mercado.

Ahora vamos con la regulación. El nuevo departamento vigilará el uso de información privilegiada (con los mismos estándares que en los mercados financieros tradicionales), y los equipos de los proyectos y las plataformas de intercambio tendrán que mostrar sus cuentas de forma transparente. Hay más reglas, sí, pero la ventaja es que las normas del juego serán claras. ¿A qué le tienen más miedo los grandes capitales? A no saber cuándo pueden pisar una mina. Ahora que los límites están claros, los fondos institucionales se atreven a invertir.

Lo más importante es el cambio de actitud. El gobierno japonés ha dicho directamente que los activos digitales pueden formar parte de carteras de inversión serias. Esto equivale a un aval estatal, y ya no se considera que las criptomonedas sean solo especulación o juego. Cuando entran los inversores institucionales, el techo del mercado sube.

Ahora bien, una cosa es ser optimista a largo plazo y otra cómo se comporta el mercado a corto plazo. Cuando salen noticias de este tipo, el mercado suele anticipar las expectativas, y cuando la medida se implementa de verdad, puede que ya se haya “agotado el efecto positivo”. Si todavía tienes posiciones cortas, tendrás que vigilar de cerca las oscilaciones de sentimiento y el movimiento de capital a corto plazo, para que no te pille desprevenido una subida repentina.