Este espectáculo de desinversiones pone los pelos de punta.

El jefe ya se ha embolsado 9.000 millones este año, y ahora les toca el relevo a los altos directivos: tres ejecutivos están listos para vender 3,35 millones de acciones. Y el momento que han elegido es desde luego peculiar: el precio de la acción ha caído desde el máximo de 29 euros en agosto, bajando sin parar hasta ahora; en cuatro meses ha perdido más de un 30%, y ya está de vuelta en los niveles de julio.

¿Lo más doloroso? Que con la acción cayendo así, lo lógico sería que alguien saliera a estabilizar la situación, ¿no? Pero no solo no hay nadie que sostenga el precio, sino que todos hacen cola para salir corriendo. 1,01 millones de pequeños accionistas ven sus cuentas en rojo sin poder hacer nada, ¿cómo van a estar de buen humor?

Un profesor lo ha dicho muy bien: al final, la clave es buscar soluciones en las reglas. Si el tema de las desinversiones sigue sin regularse, los grandes accionistas podrán irse cuando quieran mientras los pequeños solo pueden mirar, y la confianza del mercado acabará agotándose.

Al final, todos quieren ganar algo en el mercado. Pero las reglas del juego tienen que ser justas: no puede ser que unos coman carne, otros solo beban sopa, y algunos ni siquiera puedan probarla. ¿Cuándo se romperá este círculo vicioso?