Después de tantos años siguiendo el mercado de activos digitales en Asia Oriental, lo que está ocurriendo últimamente en Corea del Sur realmente me ha sorprendido.

Ese mercado que en su día llegó a inflar el precio del Bitcoin con una prima del 20%-50% y que hacía que las altcoins de todo el mundo dependieran de su estado de ánimo—el famoso “Kimchi Premium”—, ahora ha dado un giro radical: el volumen diario de negociación de las principales plataformas ha caído en picado desde los 12.000 millones de dólares en el pico hasta menos de 2.400 millones, evaporándose un 80% a una velocidad de vértigo. Las plataformas de segunda fila están aún peor; la profundidad de mercado es tan baja que una sola orden grande en una altcoin puede hundir el precio, y la liquidez es tan mala que parece que hemos vuelto al mercado bajista de 2018.

Todavía más surrealista es el cambio en el ambiente de las comunidades. Aquellos pequeños inversores coreanos que antes se desvelaban estudiando datos on-chain y apostándolo todo a MEME coins, ahora se agrupan para debatir si el precio de las acciones de Samsung superará el millón de wones o si el plan de expansión de SK Hynix es realmente fiable. Los canales de criptomonedas están tan vacíos que ni los bots se molestan ya en publicar anuncios; el contraste resulta casi irónico.

La lógica detrás de la fuga de capitales en realidad no es complicada: la bolsa ofrece demasiado. Esta vez no se trata solo de pura especulación: los fabricantes de chips coreanos están recibiendo beneficios tangibles y concretos gracias al auge de la inteligencia artificial. Mientras los gigantes de Silicon Valley aún están presentando PowerPoints y promesas, Samsung y SK ya han disparado su producción de HBM (memoria de alto ancho de banda), poniendo contra las cuerdas a Nvidia.

La lógica del pequeño inversor es sencilla: en lugar de apostar en la segunda capa de Ethereum por la próxima moneda que se multiplicará por cien, es mejor comprar acciones y asegurarse una prima de rentabilidad. Al fin y al cabo, el crecimiento de los pedidos de chips de IA se puede ver y tocar, no como en el mercado cripto, donde cada día hay que adivinar qué traman los grandes jugadores. Este gran movimiento de capital, en esencia, representa cómo la “rentabilidad asegurada” está arrasando con el “juego de alto riesgo y volatilidad”.