La carrera por la inteligencia artificial ya no trata solo de innovación: ahora se trata de la supervivencia en la jerarquía tecnológica global.

Estamos presenciando un punto de inflexión crítico. La IA va a transformar todas las dimensiones del siglo XXI: estructuras económicas, capacidades militares, influencia cultural. ¿Lo que está en juego? Sin precedentes.

Las naciones se enfrentan a una dura disyuntiva. Si se sobrerregula, se asfixia la innovación en su nacimiento. Las mentes más brillantes emigran a jurisdicciones más favorables. Si se regula poco, se corre el riesgo de fallos catastróficos que podrían hacer retroceder todo el campo durante años.

Occidente se encuentra en una posición incómoda. Los aliados tradicionales se debaten entre si una regulación agresiva protege a los ciudadanos o si, simplemente, entrega la supremacía tecnológica a competidores que se mueven más rápido.

Michael Kratsios plantea una preocupación válida sobre la parálisis regulatoria. Pero aquí está la verdadera cuestión: ¿Pueden las principales economías encontrar ese punto intermedio entre la supervisión responsable y el mantenimiento de la ventaja competitiva?

Porque quedarse atrás en IA no es como perder un ciclo económico. Puede ser potencialmente irreversible.