Existe una lealtad peculiar en los círculos cripto que refleja la psicología del mercado tradicional: apoyo inquebrantable a través de capítulos volátiles. Algunos presenciaron de primera mano la crisis de producción de Tesla, cuando los rumores de quiebra circulaban y los escépticos acechaban. Otros mantuvieron sus posiciones durante la saga de adquisición de Twitter, observando cómo las ventas en corto atacaban agresivamente la acción.

Luego llegaron los incidentes relacionados con DOGE, con protestas extrañas dirigidas contra vehículos.

Lo que resulta fascinante no es solo la resistencia, sino el patrón. Los verdaderos creyentes en la tecnología disruptiva—ya sean vehículos eléctricos o monedas descentralizadas—tienden a resistir las tormentas que otros no pueden soportar. Ven el caos temporal como dolores de crecimiento, no como fallos fatales.

Esta mentalidad explica por qué ciertas comunidades cripto se unen durante los ciclos de FUD, mientras que los traders ocasionales venden en pánico. La convicción construida a través de múltiples puntos de crisis crea manos de diamante. La pregunta es si esa lealtad proviene de un análisis racional o de una identidad tribal. Los mercados recompensan a la primera, castigan a la segunda—eventualmente.