Cuando el imperio de FTX se desmoronó, arrastrando consigo la confianza de miles de inversores, pocos apostaban por Solana. El mayor patrocinador de la blockchain había sido desenmascrado como un fraude. Sam Bankman-Fried, quien había inyectado miles de millones en el ecosistema, resultó ser un estafador. La narrativa cambió de golpe.
El precio de SOL se hundió un 97%. Los analistas escribían necrológicas. Los desarrolladores abandonaban el proyecto en masa. Parecía el final de una historia que había prometido tanto.
Pero en las sombras, Anatoly Yakovenko y su equipo hacían algo que pocos vieron venir: seguían trabajando.
Una obsesión que no se rinde
Yakovenko, ingeniero que previamente trabajó en Qualcomm, había construido Solana sobre una visión clara: crear una blockchain capaz de procesar transacciones a velocidades que rivalizaran con los sistemas de pago tradicionales como Visa. Esa misión no cambió cuando los críticos declararon el proyecto “muerto”.
En lugar de abandonar, el equipo se enfocó en lo fundamental: arreglar los errores de la red, fortalecer la infraestructura y mantener la confianza de los desarrolladores que permanecían leales.
El resurgimiento que nadie esperaba
Un año después, Solana no solo había sobrevivido. Había emergido transformada, procesando más transacciones diarias que prácticamente todas las demás cadenas principales combinadas.
Con SOL cotizando actualmente en $127.26 (variación -3.60% en 24h), la red ha recuperado su posición como uno de los ecosistemas blockchain más activos. La resiliencia del proyecto demostró que, en criptomonedas, la persistencia técnica puede superar las tormentas de mercado.
La historia de Solana es un recordatorio: las crisis revelan quién realmente cree en lo que construye.
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CÓMO ANATOLY YAKOVENKO SACÓ A SOLANA DEL ABISMO: DE UN COLAPSO DEL 97% AL RESURGIMIENTO MÁS SORPRENDENTE DEL CRIPTO
Cuando el imperio de FTX se desmoronó, arrastrando consigo la confianza de miles de inversores, pocos apostaban por Solana. El mayor patrocinador de la blockchain había sido desenmascrado como un fraude. Sam Bankman-Fried, quien había inyectado miles de millones en el ecosistema, resultó ser un estafador. La narrativa cambió de golpe.
El precio de SOL se hundió un 97%. Los analistas escribían necrológicas. Los desarrolladores abandonaban el proyecto en masa. Parecía el final de una historia que había prometido tanto.
Pero en las sombras, Anatoly Yakovenko y su equipo hacían algo que pocos vieron venir: seguían trabajando.
Una obsesión que no se rinde
Yakovenko, ingeniero que previamente trabajó en Qualcomm, había construido Solana sobre una visión clara: crear una blockchain capaz de procesar transacciones a velocidades que rivalizaran con los sistemas de pago tradicionales como Visa. Esa misión no cambió cuando los críticos declararon el proyecto “muerto”.
En lugar de abandonar, el equipo se enfocó en lo fundamental: arreglar los errores de la red, fortalecer la infraestructura y mantener la confianza de los desarrolladores que permanecían leales.
El resurgimiento que nadie esperaba
Un año después, Solana no solo había sobrevivido. Había emergido transformada, procesando más transacciones diarias que prácticamente todas las demás cadenas principales combinadas.
Con SOL cotizando actualmente en $127.26 (variación -3.60% en 24h), la red ha recuperado su posición como uno de los ecosistemas blockchain más activos. La resiliencia del proyecto demostró que, en criptomonedas, la persistencia técnica puede superar las tormentas de mercado.
La historia de Solana es un recordatorio: las crisis revelan quién realmente cree en lo que construye.