En 2004, Eduardo Saverin estaba convencido de ser una parte integral del proyecto de Mark Zuckerberg. Había puesto a disposición sus ahorros, dedicado horas y horas al trabajo, construyendo junto al cofundador lo que sería una de las empresas más poderosas del mundo. Lo que no sabía era que su papel dentro de la empresa estaba a punto de sufrir un cambio radical.
La dilución invisible
Cuando llegó el momento de recibir los nuevos documentos societarios, Saverin descubrió una amarga realidad. Su participación, que había sido del 34,4% (correspondiente a 1.388.334 acciones), había sido sistemáticamente reducida hasta alcanzar apenas el 0,03%. Esta no había sido una decisión transparente discutida entre los socios: había sido un movimiento orquestado silenciosamente, una eliminación progresiva de su influencia en la gestión empresarial.
La traición desde dentro
Lo más difícil de aceptar para Saverin no era tanto el dato numérico de la pérdida de capital, sino el hecho de que provenía de quien consideraba un amigo y un socio. Mark Zuckerberg, con quien había construido los cimientos de la empresa, lo había efectivamente borrado de las dinámicas decisorias de la sociedad. Lo que había comenzado como un proyecto compartido se había transformado en una exclusión total.
Las consecuencias que siguieron
Este episodio habría marcado profundamente la historia de Facebook y habría alimentado años de controversias legales. Representa uno de los casos más emblemáticos de cómo el poder dentro de una empresa en crecimiento puede ser redistribuido, y de cómo la confianza personal no siempre resulta suficiente para protegerse de las maniobras organizativas.
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De Sueño Compartido a Exclusión Total: La historia de Eduardo Saverin y Mark Zuckerberg
Cuando la confianza se convierte en arma
En 2004, Eduardo Saverin estaba convencido de ser una parte integral del proyecto de Mark Zuckerberg. Había puesto a disposición sus ahorros, dedicado horas y horas al trabajo, construyendo junto al cofundador lo que sería una de las empresas más poderosas del mundo. Lo que no sabía era que su papel dentro de la empresa estaba a punto de sufrir un cambio radical.
La dilución invisible
Cuando llegó el momento de recibir los nuevos documentos societarios, Saverin descubrió una amarga realidad. Su participación, que había sido del 34,4% (correspondiente a 1.388.334 acciones), había sido sistemáticamente reducida hasta alcanzar apenas el 0,03%. Esta no había sido una decisión transparente discutida entre los socios: había sido un movimiento orquestado silenciosamente, una eliminación progresiva de su influencia en la gestión empresarial.
La traición desde dentro
Lo más difícil de aceptar para Saverin no era tanto el dato numérico de la pérdida de capital, sino el hecho de que provenía de quien consideraba un amigo y un socio. Mark Zuckerberg, con quien había construido los cimientos de la empresa, lo había efectivamente borrado de las dinámicas decisorias de la sociedad. Lo que había comenzado como un proyecto compartido se había transformado en una exclusión total.
Las consecuencias que siguieron
Este episodio habría marcado profundamente la historia de Facebook y habría alimentado años de controversias legales. Representa uno de los casos más emblemáticos de cómo el poder dentro de una empresa en crecimiento puede ser redistribuido, y de cómo la confianza personal no siempre resulta suficiente para protegerse de las maniobras organizativas.