En las inversiones en criptomonedas hay una trampa común: crees en una historia y luego apuestas a que el mercado finalmente la aceptará. Pero también hay proyectos que toman un camino diferente.

Tomemos como ejemplo a $Max, cuya lógica se invirtió: primero crear valor y luego hacer que el mercado le asigne un precio. Esto suena simple, pero su ejecución requiere un pensamiento de ciclo cerrado.

Primero, la inversión real. La comunidad invierte recursos en el proyecto educativo de Giggle Academy, no es solo un concepto, sino acciones concretas. Luego, los resultados medibles: cuántos niños ayudaron, qué aulas apoyaron, todo esto puede cuantificarse. Después, la verificación pública: reconocimiento oficial, difusión por parte de la comunidad, en esta etapa se forma una base de consenso. Finalmente, mediante un modelo deflacionario, se asegura que este valor consensuado y verificado pueda ser capturado por la escasez a largo plazo del token.

En toda la cadena, cada paso de crecimiento está visible, auditado y puede rastrearse. No estás invirtiendo en una simple idea sobre el futuro, sino en una máquina de creación de valor en funcionamiento. Esto podría ser precisamente el enfoque de inversión que debería tener la era Web3: pasar de cargar fe en algo a apostar por resultados verificables.