¿Por qué los economistas hablan de la deflación con preocupación?
La deflación es el proceso de disminución del nivel general de precios de bienes y servicios en la economía. A primera vista, esto suena como un beneficio para los consumidores: los bienes se abaratan, el dinero se vuelve más valioso y el poder adquisitivo aumenta. Sin embargo, la deflación prolongada puede causar un daño serio a la economía, provocando estancamiento y aumento del desempleo.
El paradoja de la deflación radica en que los economistas a menudo la temen más que a la inflación. Esto se debe a que la cadena de consecuencias se desencadena de manera incontrolada: cuando las personas saben que los precios van a caer, posponen las compras, la demanda disminuye, las empresas pierden ingresos y comienzan a reducir personal.
Inflación y deflación: dos caras de la misma moneda
La inflación es el aumento de precios que reduce el valor del dinero. La deflación, en cambio, funciona de manera opuesta: los precios caen y el dinero se fortalece.
Las razones de su aparición son diversas:
La inflación generalmente surge debido a un aumento de la demanda con una oferta limitada, el aumento de los costos de producción o la política monetaria expansiva de los bancos centrales.
La deflación puede ocurrir debido a la caída de la demanda agregada (cuando los compradores y las empresas gastan menos), el exceso de bienes en el mercado o el fortalecimiento de la moneda nacional. La aparición de nuevas tecnologías que abaratan la producción también puede desencadenar un proceso deflacionario.
Su impacto en el comportamiento de los agentes económicos es radicalmente diferente:
En períodos de inflación, las personas intentan gastar dinero lo más rápido posible, antes de que se devalúe. Actúan activamente pidiendo prestado e invirtiendo, ya que el valor real de la deuda disminuye con el tiempo.
Durante la deflación ocurre lo contrario: los ciudadanos posponen gastos con la esperanza de una mayor disminución de precios, las empresas congelan inversiones y los acreedores se vuelven más cautelosos. El costo real de la deuda aumenta, lo que dificulta su pago a los prestatarios.
De dónde proviene la deflación: tres fuentes principales
La disminución de la demanda agregada ocurre cuando los consumidores y las empresas reducen sus gastos. Esto crea un exceso de bienes no vendidos, obligando a los vendedores a bajar los precios.
El aumento de la oferta ocurre cuando los productores crean más bienes de los que el mercado está dispuesto a absorber. Los avances tecnológicos que hacen que la producción sea más barata pueden provocar este exceso.
El fortalecimiento de la moneda significa que el país puede comprar productos importados a un precio más bajo, mientras que sus propios productos se vuelven más caros para los compradores extranjeros. Esto conduce a una disminución de los precios internos de los productos importados y a una reducción de la demanda de exportaciones.
Lado positivo: cuando la deflación ayuda
Los precios de los bienes y servicios han bajado — la ventaja más obvia. Las personas pueden permitirse más con el mismo ingreso, el nivel de vida crece nominalmente.
Los ahorros se vuelven más atractivos — cuando el dinero se fortalece, las personas están dispuestas a ahorrar. Esto crea un colchón financiero.
Las empresas ahorran en gastos — los materiales se abaratan, la producción se vuelve menos costosa, la rentabilidad del negocio puede mejorar en el corto plazo.
Lado peligroso: consecuencias de la deflación sostenible
Los consumidores congelan el gasto — si se sabe que mañana el producto será aún más barato, ¿por qué comprar hoy? Este comportamiento afecta críticamente la demanda, llevando a la estancación económica.
Las deudas se vuelven más pesadas — el prestatario que paga un préstamo en un entorno deflacionario, de hecho, paga más en términos reales. La carga de la deuda aumenta, los retrasos se incrementan.
El desempleo se dispara — las ventas en disminución obligan a las empresas a recortar gastos, principalmente en salarios. Los despidos se están volviendo masivos.
¿Cómo los gobiernos luchan contra la amenaza de la deflación?
Los economistas y los bancos centrales prefieren mantener una inflación moderada (generalmente alrededor del 2% anual), considerándola óptima para el crecimiento. Los instrumentos para combatir la deflación incluyen:
Reducción de las tasas de interés — los créditos baratos estimulan los préstamos y el gasto. Las empresas obtienen más fácilmente dinero para desarrollarse, los consumidores — para comprar.
La flexibilización cuantitativa — el banco central aumenta la cantidad de dinero en circulación, lo que debería estimular la actividad económica y el consumo.
Gastos públicos — el gobierno puede estimular directamente la demanda a través de inversiones en infraestructura, educación u otros sectores.
Reducción de impuestos — al dejar más dinero en manos de los ciudadanos y las empresas, el estado espera un aumento del consumo y la inversión.
Lección histórica: la experiencia de Japón
Un ejemplo clásico de deflación prolongada es Japón en los años 90 y más allá. Después de la explosión de la burbuja de activos y la crisis bancaria, la economía japonesa quedó atrapada en una espiral deflacionaria durante décadas. A pesar de los intentos agresivos del banco central y del gobierno para estimular la demanda, el crecimiento económico se mantuvo débil. Esta experiencia mostró lo difícil que es deshacerse de la deflación cuando está firmemente arraigada en las expectativas de las personas.
Salida
La deflación no es solo una disminución de precios, sino un cambio en toda la lógica del comportamiento económico. Aunque la deflación a corto plazo puede beneficiar al bolsillo del consumidor, la deflación sostenida crea un círculo vicioso que conduce a la estancamiento económico y problemas sociales. La tarea de la política económica es mantener el equilibrio, evitando tanto la inflación excesiva como la deflación peligrosa.
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Deflación: cuando los precios caen, pero esto puede ser un problema
¿Por qué los economistas hablan de la deflación con preocupación?
La deflación es el proceso de disminución del nivel general de precios de bienes y servicios en la economía. A primera vista, esto suena como un beneficio para los consumidores: los bienes se abaratan, el dinero se vuelve más valioso y el poder adquisitivo aumenta. Sin embargo, la deflación prolongada puede causar un daño serio a la economía, provocando estancamiento y aumento del desempleo.
El paradoja de la deflación radica en que los economistas a menudo la temen más que a la inflación. Esto se debe a que la cadena de consecuencias se desencadena de manera incontrolada: cuando las personas saben que los precios van a caer, posponen las compras, la demanda disminuye, las empresas pierden ingresos y comienzan a reducir personal.
Inflación y deflación: dos caras de la misma moneda
La inflación es el aumento de precios que reduce el valor del dinero. La deflación, en cambio, funciona de manera opuesta: los precios caen y el dinero se fortalece.
Las razones de su aparición son diversas:
La inflación generalmente surge debido a un aumento de la demanda con una oferta limitada, el aumento de los costos de producción o la política monetaria expansiva de los bancos centrales.
La deflación puede ocurrir debido a la caída de la demanda agregada (cuando los compradores y las empresas gastan menos), el exceso de bienes en el mercado o el fortalecimiento de la moneda nacional. La aparición de nuevas tecnologías que abaratan la producción también puede desencadenar un proceso deflacionario.
Su impacto en el comportamiento de los agentes económicos es radicalmente diferente:
En períodos de inflación, las personas intentan gastar dinero lo más rápido posible, antes de que se devalúe. Actúan activamente pidiendo prestado e invirtiendo, ya que el valor real de la deuda disminuye con el tiempo.
Durante la deflación ocurre lo contrario: los ciudadanos posponen gastos con la esperanza de una mayor disminución de precios, las empresas congelan inversiones y los acreedores se vuelven más cautelosos. El costo real de la deuda aumenta, lo que dificulta su pago a los prestatarios.
De dónde proviene la deflación: tres fuentes principales
La disminución de la demanda agregada ocurre cuando los consumidores y las empresas reducen sus gastos. Esto crea un exceso de bienes no vendidos, obligando a los vendedores a bajar los precios.
El aumento de la oferta ocurre cuando los productores crean más bienes de los que el mercado está dispuesto a absorber. Los avances tecnológicos que hacen que la producción sea más barata pueden provocar este exceso.
El fortalecimiento de la moneda significa que el país puede comprar productos importados a un precio más bajo, mientras que sus propios productos se vuelven más caros para los compradores extranjeros. Esto conduce a una disminución de los precios internos de los productos importados y a una reducción de la demanda de exportaciones.
Lado positivo: cuando la deflación ayuda
Los precios de los bienes y servicios han bajado — la ventaja más obvia. Las personas pueden permitirse más con el mismo ingreso, el nivel de vida crece nominalmente.
Los ahorros se vuelven más atractivos — cuando el dinero se fortalece, las personas están dispuestas a ahorrar. Esto crea un colchón financiero.
Las empresas ahorran en gastos — los materiales se abaratan, la producción se vuelve menos costosa, la rentabilidad del negocio puede mejorar en el corto plazo.
Lado peligroso: consecuencias de la deflación sostenible
Los consumidores congelan el gasto — si se sabe que mañana el producto será aún más barato, ¿por qué comprar hoy? Este comportamiento afecta críticamente la demanda, llevando a la estancación económica.
Las deudas se vuelven más pesadas — el prestatario que paga un préstamo en un entorno deflacionario, de hecho, paga más en términos reales. La carga de la deuda aumenta, los retrasos se incrementan.
El desempleo se dispara — las ventas en disminución obligan a las empresas a recortar gastos, principalmente en salarios. Los despidos se están volviendo masivos.
¿Cómo los gobiernos luchan contra la amenaza de la deflación?
Los economistas y los bancos centrales prefieren mantener una inflación moderada (generalmente alrededor del 2% anual), considerándola óptima para el crecimiento. Los instrumentos para combatir la deflación incluyen:
Reducción de las tasas de interés — los créditos baratos estimulan los préstamos y el gasto. Las empresas obtienen más fácilmente dinero para desarrollarse, los consumidores — para comprar.
La flexibilización cuantitativa — el banco central aumenta la cantidad de dinero en circulación, lo que debería estimular la actividad económica y el consumo.
Gastos públicos — el gobierno puede estimular directamente la demanda a través de inversiones en infraestructura, educación u otros sectores.
Reducción de impuestos — al dejar más dinero en manos de los ciudadanos y las empresas, el estado espera un aumento del consumo y la inversión.
Lección histórica: la experiencia de Japón
Un ejemplo clásico de deflación prolongada es Japón en los años 90 y más allá. Después de la explosión de la burbuja de activos y la crisis bancaria, la economía japonesa quedó atrapada en una espiral deflacionaria durante décadas. A pesar de los intentos agresivos del banco central y del gobierno para estimular la demanda, el crecimiento económico se mantuvo débil. Esta experiencia mostró lo difícil que es deshacerse de la deflación cuando está firmemente arraigada en las expectativas de las personas.
Salida
La deflación no es solo una disminución de precios, sino un cambio en toda la lógica del comportamiento económico. Aunque la deflación a corto plazo puede beneficiar al bolsillo del consumidor, la deflación sostenida crea un círculo vicioso que conduce a la estancamiento económico y problemas sociales. La tarea de la política económica es mantener el equilibrio, evitando tanto la inflación excesiva como la deflación peligrosa.