Cada vez que hablo de haber multiplicado el capital por 400 en seis años, la reacción de las personas a mi alrededor es la misma: primero abren mucho los ojos, luego me preguntan si he descubierto algún secreto o alguna regla infalible.

Pero la realidad suele ser decepcionante: mi lógica es tan simple que la mayoría de la gente la rechazaría al escucharla.

En mis diez años en el trading de criptomonedas, he entendido una cosa: aquellos que hacen que el trading sea complicado y llamativo, al final terminan siendo solo números en la cuenta de otros. Los que realmente sobreviven, suelen ser personas como yo, que van "por un camino y no se desvían".

**Cómo llegué hasta aquí**

Hace dos años, mi cuenta pasó de 20,000 a 800,000. Durante ese tiempo, al igual que todos los novatos, pasaba todo el día investigando sobre la proporción áurea, la teoría de las ondas, el MACD y otros indicadores, probando todos los trucos que se me ocurrían. El resultado era que ganaba una vez, perdía dos, y al final volvía a cero.

El punto de inflexión vino con una decisión: desechar todo y concentrarme en un solo patrón. La estructura en forma de N (subida violenta → retroceso con menor volumen → ruptura con mayor volumen). Las condiciones de entrada eran muy estrictas, si rompía el nivel, salía. Nunca usé apalancamiento, no hacía compras parciales, ni aguantaba en pérdidas sin más.

Luego, en un año, pasé de 800,000 a 4,8 millones. En esta etapa, me impuse reglas estrictas: un stop loss del 2%, un take profit del 10%. No dibujaba líneas de tendencia, ni miraba treinta indicadores. La tasa de éxito era solo del 35%, pero gracias a la relación riesgo-recompensa y a la estricta ejecución, lograba ganancias continuas.

En los últimos seis meses, llegué a 8 millones. En ese momento, solo dedicaba cinco minutos al día para revisar el gráfico de cuatro horas. La lógica se volvió extremadamente simple: si el precio está por encima de la media de 20 días, mantengo; si baja, cierro todas las posiciones.

**Por qué este método funciona**

Cuanto más simple es algo, más fácil es de ejecutar, y cuanto más fácil, más estable es el resultado. Las estrategias complejas requieren decisiones frecuentes, y cuanto más decisiones, más posibilidades de cometer errores —esto es algo inherente a la naturaleza humana. Pero si las reglas son claras, blancas o negras, el costo de ejecución es mínimo.

No se trata de ninguna teoría avanzada, solo de volver al punto de partida tras innumerables fracasos.