Durante años, los gobiernos de diferentes países han tenido gastos mayores que sus ingresos, ¿y luego qué hacen? Imprimir billetes para llenar el agujero. Parece que no hay problema, pero esta estrategia tiene un costo: cuanto más dinero se imprime, menos vale la moneda, aunque este proceso no se manifiesta de inmediato.

Los bancos centrales (como la Reserva Federal) ahora están atrapados. Si suben las tasas de interés, afectarán el crecimiento económico, el mercado inmobiliario y la bolsa, que también sufrirán. Pero si no suben las tasas, los precios se descontrolan y los ahorros se ven erosionados por la inflación. Se presenta una situación de dilema. Esta contradicción se vuelve cada vez más aguda, y por eso cada vez más personas empiezan a interesarse en activos como Bitcoin, que no dependen de la impresión de dinero por parte de los bancos centrales.